...MI DESEO FUE SER CIRUJANO
ENERO DE 1950
Por los años 50 era yo un adolescente de trece años quien tuvo a bien (o mal) presentar una apendicitis aguda que no fue diagnosticada oportunamente hasta que se complicó de un absceso apendicular.Tuve una mejoría espontánea luego de vaciar el dicho abceso por la vía rectal. Horas más tarde estaba sentado, animoso y pidiendo comida. Tres meses más tarde se me practicó una extirpación preventiva del apéndice y fue aquí donde tomé contacto por primera vez con un pabellón de operaciones.El solo hecho de conocer esa sala con sus paredes cubiertas con cerámica blanca, observar los movimientos preparatorios de los cirujanos y del personal y sentir el olor del eter (anestésico general en uso por esa época), me marcó de forma tan impactante que, pasado el hecho puntual de la operación sin incidentes, mi único y anhelante deseo era tener la oportunidad de asistir a una operación. Dicho deseo me fue concedido por el cirujano tratante quien me permitió hacerlo.El impacto producido por toda la parafernalia que precede al acto quirúrgico (que para el equipo es irrelevante y habitual) fue tan importante que, luego de ver escalpelos, pinzas, separadores, tijeras y sangre más el abordaje del abdomen si bien por una incisión pequeña, observar como una monja anestesista inducía la anestesia y controlaba la condición del paciente y luego verlo despierto sin guardar recuerdo alguno de lo sucedido, me deslumbró y atrajo tan fuertemente que ahí mismo tomé la decisión de estudiar Medicina y dedicarme a la especialidad quirúrgica.
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